Explicamos
en detalles cómo funciona esta técnica ya que nos parece crucial conocer su
fundamento científico y su funcionamiento para comprender lo que está
ocurriendo con los diagnósticos y las cifras de “casos” o de “muertos” por el
nuevo coronavirus.
Desde un
punto de vista químico el ADN o ácido dexoxirribonucleico es un polímero (una
molécula compleja y de gran tamaño) formada por nucleótidos cada uno de los
cuales está a su vez formado por un glúcido (la desoxirribosa), una base nitrogenada
– que puede ser adenina (A), timina (T), citosina (C) o guanina (G)- y un grupo
fosfato (derivado del ácido fosfórico). Y lo que distingue a un nucleótido de
otro es la base nitrogenada y de ahí que la secuencia del ADN se especifique
nombrando solo la secuencia de sus bases, es decir, las letras que las
representan A, T, G y C.
Estas “
letras genéticas” solo pueden combinarse complementándose de dos en dos: A con
T y C con G de tal modo que una A solo puede unirse con una T –y viceversa- y
una C solo puede unirse con una G –y
viceversa-. Así que si una hebra se compone por ejemplo de la secuencia AATCCG
y se une con otra hebra ésta será necesariamente TTAGGC.
Lo que hace
la PCR es utilizar estas propiedades del ADN –y su capacidad para duplicarse de
manera exacta cumpliendo estas reglas de complementariedad – para localizar
primero y multiplicar después (para estudiarlos mejor) fragmentos de ADN que tienen que ser previamente
conocidos. O bien, como en este caso, fragmentos de ARN (ya que se dice
que los coronavirus son virus de ARN) que previamente hay que transcribir a
ADN. En el primer caso se utiliza la PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa)
convencional y en el segundo la RT-PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa con
Transcriptasa Inversa). Ambos términos “polimerasa” y “transcriptasa inversa”
designan la enzima que se encarga de realizar las operaciones bioquímicas
necesarias de unión electromagnéticas de los elementos del ADN (la polimerasa)
o de transcripción de ARN a ADN (la transcripción inversa).
Para
realizar la búsqueda de esos fragmentos –que no pueden ser muy largos, como
máximo unas mil letras genéticas- se utilizan los llamados “iniciadores” (también denominados
“starters”, “primers”, “cebadores” o “moléculas de arranque”) que actualmente
suelen tener en torno a 100 letras genéticas que deben ser específicas, es
decir, deben ser complementarias de una parte de la secuencia que queremos
localizar y amplificar para que se unan y comience a duplicarse. ¿Cómo sucede
esta duplicación? Se toma una muestra –en este caso de frotis nasofaríngeos o
broncoalveolares, aspirados traqueases, esputos y suero- se coloca en la PCR y
se calienta para separar las dos hebras del ADN; se añaden letras genéticas y
la polimerasa resistente al calor comienza a trabajar; si los iniciadores no se
pegan a los trozos de ADN que hay en la muestra, la PCR no arranca y se dirá
que “el resultado es negativo” y “la persona no está infectada”, mientras que
si los iniciadores se pegan, la PCR arrancará y se dirá que “el resultado es
positivo” y “la persona está infectada”.
Originalmente,
el propósito de la PCR era repetir esta operación de copia muchas veces hasta
obtener millones de copias que consiguen que un fragmento que antes era
imposible de detectar, una vez multiplicado se detecte y pueda así analizarse.
Sin embargo,
en el caso del uso de la PCR como herramienta de diagnóstico, lo que cuenta es
si la PCR arranca o no, interpretándose lo primero como test positivo y lo
segundo como negativo.
Discovery
Salud.
Y digo yo, ¿esto es una broma?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.