Normal que haya confusión.
Trabajo en clima y medio ambiente y escucho mucho esta pregunta. Por un lado, los grupos ecologistas -incluyendo Greenpeace- te dirán que cada acción marca la diferencia. ¡Cada gesto cuenta! Por otro lado, columnas editoriales y personas expertas te dirán que no importa lo que hagas en tu vida diaria, porque el problema no se puede resolver con acciones individuales. Te dirán que así las grandes empresas se libran, porque el problema radica en el sistema fallido pero profundamente arraigado en el que nos encontramos. No les falta razón: el 70% de las emisiones son creadas por 100 productores de combustibles fósiles.
Este artículo de Vox (el diario digital estadounidense) lo explicaba muy bien. Como defensora del clima, mis amigos me dicen con orgullo cuánto reciclan o me cuentan sus esfuerzos por comer menos carne o comprar productos verdes cuando pueden permitírselo. Siempre me rompió el corazón decirles que, muy bien… Pero que para tener un impacto real hay que rechazar y reducir primero, unirse a una huelga climática, o convertirse en una persona políticamente activa que exige que el alcalde o alcaldesa de su ciudad lance planes ambiciosos de movilidad o que el gobierno de su país empiece a exigir responsabilidades a las empresas.
Acción carbón Gijón
Después de una de mis charlas, como siempre muy técnicas y largas, sus expresiones faciales habían cambiado dramáticamente. Su lenguaje corporal lo decía todo; y luego, el silencio. O peor aún, la respuesta defensiva: “Hago lo que puedo”. O la versión de tirar balones fuera: “Incluso si yo hago eso, otras personas probablemente no lo hacen, así que ¿qué diferencia hay?” O la más derrotista y dolorosa de todas: “Bueno, ¿y qué? Estamos jodidos de todos modos.”
Quería que mis amigos y mi familia siguieran hablándome, así que empecé a explorar nuevas formas de tener conversaciones con ellos sobre el cambio climático y la crisis ambiental, al mismo tiempo que era consciente de sus emociones (¡y las mías!). Porque, en realidad, necesitamos tanto la acción individual como la colectiva. ¡Y las necesitamos ya!
Sí, algunas personas han argumentado que los pequeños cambios positivos en nuestros estilos de vida pueden ser una distracción, e incluso frenar el impulso y la adopción de políticas ambiciosas, ya que restamos prioridad a un control colectivo del poder empresarial y político. Pero creo que no es cuestión de ni de una cosa ni de otra. Son ambas. Las acciones individuales y las colectivas van de la mano. Están íntimamente interrelacionadas.
Reciclar. Sí, y rechazar, reducir y pedir a las grandes marcas que cambien sus modelos de negocio y distribución. Ir en bici al trabajo. Sí, y trabajar con tus vecinos y vecinas para que vuestro ayuntamiento declare la emergencia climática y cree un plan para aumentar los carriles bici y el transporte público. Cambiar las bombillas de tu casa. Sí, y apostar por cooperativas de producción y consumo de energías renovables para transformar el sistema de energía. Comer menos carne. Sí, y trabajar con el colegio de tus hijos e hijas para incluir comidas vegetarianas en sus menús o introducir cómo cultivar sus propios alimentos en sus planes de estudio. Plantar árboles. Sí, y exigir al gobierno que proteja nuestros bosques y adopte políticas climáticas ambiciosas.
Una cuestión de supervivencia
Es cierto que para hacer frente a la crisis ecológica y climática, el cambio sistémico es una necesidad, una cuestión de supervivencia.
Necesitamos cambiar la mentalidad de la sociedad de “solo el libre mercado y los modelos extractivos pueden provocar felicidad al crear crecimiento económico” y “tener más cosas me hace feliz” a “la economía debe trabajar dentro de los límites ambientales del planeta” y “la autoestima está ligada a nuestras relaciones y experiencias, no a la compra de más cosas”.
Necesitamos acción colectiva para impulsar el cambio de sistema que queremos ver.
Pero podemos impulsar esos cambios fomentando historias positivas, co-creando soluciones que den forma a la nueva normalidad, y trabajando hacia un entorno con modelos de conducta y sistemas de recompensa que reflejen estos comportamientos como socialmente deseables.
Para que este cambio sistémico ocurra, necesitamos que la sociedad reconozca la magnitud de estos cambios y necesitamos empezar por algún lado. Y por qué no empezar con cada uno de nosotros y nosotras.
HAZ
No, las acciones individuales no tendrán un impacto inmediato en los problemas mundiales. Usar una bolsa de tela o comprar fruta que no esté sobreplastificada no va a detener la producción de plástico de un solo uso a la escala requerida. Pero podría marcar una diferencia en tu ciudad o barrio como primer paso, porque las acciones positivas personales tienen el potencial de empoderar a la gente, de ser un modelo a seguir que inspire a otras personas y les haga sentir que son parte de la solución.
Las pequeñas señales pueden suscitar esperanza y sumar a más gente para construir comunidades que actúen. Cuando una comunidad es activa, se vuelve más resistente y, por lo tanto, más independiente y suficiente.
Rosa Parks o Greta Thunberg fueron y son personas comunes que hicieron y siguen haciendo cosas extraordinarias… Como consecuencia, cambiaron (y siguen cambiando) el mundo, creando una nueva normalidad que era impensable antes de dar ese primer paso valiente.
No todas las acciones que tomes resultarán en un movimiento de derechos civiles o detendrán una plataforma petrolífera en su camino. Pero puedes hacer que alguien cambie de opinión en la mesa de una cena, o en una mesa de decisiones, o donde sea que decidas dar un paso valiente. La valentía significa diferentes cosas para diferentes personas, porque sucede en el límite de nuestra propia zona de comodidad personal. La valentía de cada uno es diferente, pero igualmente válida e importante.
Las acciones personales son un punto de partida valiente y valioso, no avergoncemos a la gente por hacer lo que pueden, o hagamos que la gente se sienta culpable por no hacer lo suficiente.
Pero igualmente, asegurémonos de que no nos detenemos ahí. Desde el estudiante hasta el director ejecutivo, asegurémonos de que esos puntos de entrada permitan que el mayor número posible de personas se unan a un viaje colectivo significativo en el que la escala de nuestros actos sea proporcional a la escala de nuestras responsabilidades y nuestras posibilidades.
Seamos optimistas, valientes y honestas con nosotras mismas. Reconozcamos la urgente necesidad de cambiar nuestro actual sistema socioeconómico. Y sí, eso incluye la forma en que pensamos, nos comportamos y vivimos, lo que significa que necesitamos las acciones pequeñas y las grandes. Cualquier cosa y todo lo demás.

Por Paula Tejón Carbajal, responsable de campaña en Greenpeace Internacional